Los cuentos y poemas que se mostrarán en este blog corresponden a trabajos realizados por alumnos, cuando en el CEIP Marpequeña, en el municipio de Telde en Gran Canaria, convocábamos el Concurso de Cuentos y Poesías de Ajedrez, encuadrado dentro del Proyecto de Innovación Educativa El Ajedrez en la Escuela, que impartí durante varios cursos en dicho Centro.
Quizá puedan parecer trabajos con poco rigor literario, pero hay que tener en cuenta la edad de los alumnos que participaron en dicho proyecto. He preferido, por una cuestión más emocional que profesional, transcribirlos en su forma original.
¡Que disfruten su lectura!
EL AJEDREZ DE SERNER
PRÓLOGO:
Me llamo Manolilla. Toda mi vida la he pasado sola. Pero un día, conocí a un niño y me cambió.
Trata de un niño huérfano, que vive en las calles, y empieza a jugar a un juego llamado El Ajedrez.
Gracias a ese juego el niño gana dinero y nunca más pasa hambre.
Yo, Manolilla, tengo 50 años y lo adopto. Pero antes pasan muchas cosas.
Disfruten de este cuento. Manolilla del Couffeti.
Un huérfano estaba junto a un cubo de basura. Buscó una espina de sardina, porque hacía varios días sin probar bocado. Chupó la sal que quedaba en la espina.
Después de eso el niño se fue a una pequeña choza que había hecho con cartones.
- ¡Eh, mira, ese mocoso no se lava nunca! ¡Se te agarra a ti pidiendo limosna como un imán!
Le gritó un niño que iba acompañado de dos niños más. El huérfano con cara triste le contestó:
- Yo no soy esa persona que tú dices, me gano la vida con alguna limosna, cuando canto por las calles…
Uno dio la orden y los otros tres niños comenzaron a pegarle brutalmente. Después, quemaron su choza y se fueron.
Comenzó a hacer frío y al niño se le ocurrió ponerse a los pies de un árbol.
Este niño primero pegado, después destrozaron su caseta no odiaba a los niños.
- ¡No hay nada como dormir a los pies de la naturaleza, nunca te echa de su lado!
Pensó él.
A la mañana siguiente, me lo encontré en el mercado observando a unos chicos que jugaban al ajedrez. Todas las mañanas estaba él mirando atentamente el juego, tenía una cierta atracción por el juego.
Un día le dije:
- Hola, me llamo Manolilla. ¿Tú cómo te llamas?
Él me dijo:
- ¡Me llamo…, bueno…, no tengo nombre, pero me gusta que me digan Serner. Me gusta.
- Te he traído un ajedrez, sé que te gusta mucho. Si quieres vamos a mi casa y jugamos una partida.
Cuando llegamos le serví comidas y bebidas. Enseguida, nos pusimos a jugar. ¡Era increíble cómo dominaba su mente, una máquina del ajedrez!
Llegó un momento que me cansé de jugar, y le pedí que se fuera, porque iba a descansar. Cogió el ajedrez y se fue.
Jugó toda la noche solo, procurando ser justo, pero siempre ganaba. Al día siguiente, fui al mercado y me lo encontré, pero esta vez jugaba con muchas personas que apostaban contra él. Y lo curioso era que Serner tenía un puñado de billetes en la mano
Me acerqué y le dije:
- Tengo una noticia para ti, vamos a mi casa para contártela y de paso te quedas a comer.
- Vale, vamos Manolilla.
Cuando llegamos, la verdad es que yo tenía nervios. Después de un silencio le dije:
- Me gustaría adoptarte, si quieres hoy mismo arreglo los papeles. ¿Qué dices?
- ¡Es increíble! ¿Es verdad? ¡Nunca pasaré hambre, ni frío y tendré una persona para jugar al ajedrez! Contestó él.
Entonces arreglé todos los papeles y apunté a Serner en un club de ajedrez. Empezó el campeonato y Serner estaba loco por quedar primero. Un mes más tarde jugaba la final, yo estaba allí para apoyarle. Fueron momentos de gran tensión para todos, Serner no iba muy bien que digamos. Luego, empezó a arrinconar al adversario, con su rey, la dama y el caballo le dio un mate muy bonito. El mate salió en el periódico. Obtuvo el primer premio.
También lo inscribí en el colegio y fue de maravillas. Y enseñó a muchos chicos a jugar al ajedrez.
- Mamá, ¿algún día conoceré a Kasparov? Me preguntó Serner una vez.
Entonces le respondí:
- ¡Por supuesto que sí! Mañana es tu cumpleaños y tengo una sorpresa para ti.
No pudo dormir en toda la noche. Por fin llegó el día de su cumpleaños. Cuando alguien tocó en la puerta, Serner la abrió y vio a un hombre con un ajedrez en la mano.
- ¡Es Kasparov, con un tablero en la mano. ¡Es increíble, este es el mejor día de mi vida! Gritó Serner.
Ese fue el mejor día para él. Ahora es famoso y gana mucho dinero, ahora tiene otro nuevo amigo: Kasparov. Con quien juega siempre y alguna vez le ha ganado.
NOMBRE: Yaisa Guerra López Curso: 6º