Los cuentos y poemas que se mostrarán en este blog corresponden a trabajos realizados por alumnos, cuando en el CEIP Marpequeña, en el municipio de Telde en Gran Canaria, convocábamos el Concurso de Cuentos y Poesías de Ajedrez, encuadrado dentro del Proyecto de Innovación EducativaEl Ajedrez en la Escuela, que impartí durante varios cursos en dicho Centro.
Quizá puedan parecer trabajos con poco rigor literario, pero hay que tener en cuenta la edad de los alumnos que participaron en dicho proyecto. He preferido, por una cuestión más emocional que profesional, transcribirlos en su forma original.
¡Que disfruten su lectura!
EL AJEDREZ ENCANTADO
Érase una vez don hermanas llamadas Rita y Yohana, que vivían en la isla de Gran Canaria, en una parte de Telde, San Juan. Un fin de semana, domingo por la noche, estaban jugando al ajedrez, era sobre las ocho y media, cuando la madre de esas traviesas niñas de 14 y 9 años, las llama y les dice: “¡Niñas, bajad ya! Hoy es domingo y tenéis que cenar y bañaros para mañana ir a la escuela!”.
Las niñas, bajando la escalera, oyeron un ruido extraño, que salía de su habitación, donde habían estado jugando al ajedrez, pero no le pusieron asunto y siguieron. Las niñas obedeciendo a la madre y a la vez rechistando, se iban bañando mientras la madre les preparaba una deliciosa y exquisita cena, que se trataba de unos churros y chocolate calentito, que además les iba muy bien a las hijas para que se relajaran, y se calentaran un poco, con el frío que hacía esa misma noche de abril. La madre, ya había terminado la cena, y las hijas sin terminar de bañarse. La madre oyó un ruido muy raro parecido al que habían oído las dos hijas anteriormente, pero esta vez fue más fuerte, como si estuvieran dando golpes a propósito. La madre muy extrañada, se asustó bastante. El ruido salía de la habitación de las niñas. La madre subía la escalera muy despacio y se dirigía a la habitación de las niñas, mientras decía, asustada: “¿Eres tú, cariño?”, -dirigiéndose al marido, que se creía que había llegado de trabajar. Y ella seguía y seguía, y, cuando llegó a la habitación abrió muy despacio la puerta de sus hijas y... “¡Dios mío!”, -exclamó la madre. “¡No estaré soñando!”, -se preguntaba sorprendida:
en la habitación de sus hijas veía todas las piezas de ajedrez más grandes de lo normal, pero lo que sí era verdad es que cabía en la habitación, justito, parecía que se había realizado a la misma medida. La verdad es que era una cosa bastante sorprendente. Las piezas de ajedrez demostraban dos países en contra, uno negro y otro blanco. Entre los dos países había un río ancho y largo. En esos países habían grandes castillos, guerreros, caballos, papas grandiosos, reyes, reinas y muchos árboles. En ese momento, habían terminado las dos niñas de bañarse y habían subido a su habitación, y, cuando llegaron las hijas todo desapareció como magia, y todo estaba en su sitio, la tabla de ajedrez encima de la mesa, y las piezas colocadas como antes para seguir la partida. Las niñas no llegaron a ver nada de nada. Y así no pudieron creer a la madre cuando se puso a explicar lo que había pasado, y las hijas se pusieron a burlarse de ella y a reírse, aunque fuera su madre. Y pensaban que estaba loca. Y nunca más volvió a pasar, porque la madre tiró la tabla de ajedrez y las piezas a la basura y compró otro nuevo.
Jennifer Falcón Pérez, 6º A, 11 años, C.E.I.P. PRÍNCIPE DE ASTURIAS